Testimonio de Josep Maria:
No ha sido necesario saber cuáles son las causas o los motivos que me llevaron a contraer la enfermedad de adicción a sustancias psicoactivas para lograr recuperarme y normalizar mi vida. Podría dar muchas razones: carencias afectivas en mi infancia, actitudes obsesivas, compulsivas, incluso adictivas, con relación a la comida y al placer que me proporcionaba; antes incluso de probar cualquier droga, la necesidad de llamar la atención, la muerte prematura de mi padre y un largo etcétera. Pero todos nos hemos encontrado con situaciones difíciles a lo largo de nuestra vida y la mayoría de personas no han tenido que recurrir al consumo de drogas para aceptarlas o superarlas.
En realidad, creo que la principal razón por la que desarrolle esta enfermedad fue porque empecé a consumir alcohol, y luego otras drogas y en mi caso, como en el del 10% de las personas que consumen cualquier droga, me convertí en dependiente; ya no podía parar de consumir, cada vez con mayor frecuencia y cantidad.
De modo que una vez contraída la enfermedad, el saber porque, no hubiera evitado que siguiera consumiendo. Es cierto que si algún día se logra saber exactamente cuáles son las causas del desarrollo de esta enfermedad puedan tomarse medidas preventivas adecuadas y evitar el sufrimiento de muchas personas, pero actualmente se desconoce con exactitud las causas. Lo que sí se sabe de esta enfermedad primaria, crónica, progresiva y mortal es, como tratarla.
Por tanto no queda otra opción que centrarse en la enfermedad misma una vez se hace evidente su padecimiento y puede ser diagnosticada. Este fue mi caso y hoy con orgullo, puedo reconocer que soy adicto recuperado, y gracias al tratamiento que he hecho en el Centro Terapéutico la Garriga puedo sentir que tengo una vida, y soy capaz de vivirla plenamente, relacionarme con normalidad con otras personas, hacer amigos, amar, volver a estudiar y obtener los mejores resultados, algo impensable para mí; hasta ahora. Al igual que puedo sentir frustraciones, agobiarme, aburrirme o pasar por situaciones difíciles sin necesidad de volver a consumir. En definitiva soy capaz de realizar todo aquello que me proponga. Ahora siento que mi vida es auténtica, verdadera.
No recuerdo cual fue la primera vez que entre en contacto con alguna droga, probablemente sería el alcohol o el tabaco, imagino que sería de forma inocente i prematura, como lamentablemente es habitual en nuestra sociedad. De lo que si estoy seguro es que a los catorce años ya consumía alcohol i cannabis. En esos momentos sentía que consumir no me podía hacer ningún daño, al contrario me sentaba muy bien, me sentía más seguro, incluso más maduro y podía evadirme de la realidad cuando quisiera, pero a diferencia de mis amigos yo nunca tenía suficiente, siempre quería un poco más. Eran los años 80 y había muchos adictos que consumían heroína, a mí me daban miedo, tenían un aspecto espantoso, pensé que yo nunca sería como ellos, que nunca llegaría a ese extremo, que la heroína si era una droga peligrosa.
Pasaron los años y empecé a consumir también cocaína, speed, éxtasis, primero en momentos puntuales, algún aniversario, fines de semana…, siguieron pasando los años, y ya consumía cánnabis a diario y el consumo de estimulantes fue en aumento, hasta llegar cuatro años antes de ingresar en el tratamiento a consumir cocaína y alcohol también a diario; un infierno. Me había convertido en un “yonki”, un alcohólico, un politoxicómano.
En esos momentos en que era incapaz de parar, una parte de mi conciencia me decía que debía dejarlo y pedir ayuda, sabía que además tenía otros problemas pero pensaba que los podría resolver yo solo. “Cuando yo quiera dejaré de consumir”; me decía. Incluso alguna semana me proponía no consumir para sentir que controlaba mi vida, pero era un espejismo, ya no controlaba nada.
Siempre hay una parcela en la vida de un adicto en la que no consume, ya sea en el trabajo, cuidando a los hijos, con su pareja, etc. En realidad es una impresión dañina que justifica seguir consumiendo al pensar que eres capaz de ser responsable de algo, al final ya no eres capaz ni de sostener aquello que pensabas que era verdaderamente importante para ti, el consumo de drogas pasa por encima de aquello que más querías.
También sentía que tenía problemas en otras facetas de mi vida, en el trabajo, el amor, la amistad, pero utilizaba estas dificultades, como excusas, para consumir aún más. Me sentía tan desgraciado que solo las drogas podían hacerme sentir mejor. En muchos aspectos, mi vida era tan sólo un simulacro. Quería tener una pareja, a mi lado, pero era incapaz de afrontar una relación, solo podía limitarme a fantasear. También creía tener amigos pero los evitaba, recuerdo estar en casa totalmente colocado y escuchar cómo sonaba el teléfono una y otra vez, era mi madre o algún amigo, y yo incapaz de descolgar, totalmente ausente, asustado por saber que mi estado era lamentable y debía aparentar que todo iba bien, aislado, encerrado con la única necesidad de tomar una dosis tras otra, llegando incluso a ser incapaz de dormir, aterrorizado por la sensación de saber que no estaba en condiciones de ir a trabajar, haciendo un esfuerzo por vestirme salir de casa, tambaleándome, hasta el punto de tener que llamar para decir que ese día no iría porque había sufrido un ataque de migraña. Temiendo perder la fuente de ingresos que me permitía pagarle al camello a principios de cada mes la droga que me prestaba a lo largo del mes anterior, endeudándome cada vez más, sin crédito en mis tarjetas, financiando la deuda con el banco, acabando el mes pidiendo dinero a todos mis amigos, a mi familia, mintiendo, manipulando i robando, porque sin ese dinero no podría seguir consumiendo i eso era lo peor que me podía ocurrir. Llegado a este límite ya era incapaz de soportar cualquier relación familiar, social y laboral. Mi mayor temor era no tener nada que consumir y solo me motivaba una cosa, tener mi dosis en el bolsillo, sin importarme nada más.
Afortunadamente mi hermano y un primo eran conscientes de cual era mi situación por mucho que yo quisiera aparentar e incluso me creyera que podía sobrellevarla. Me dieron el ultimátum de que hablarían con mi madre para explicarle lo que me ocurría y pedirle ayuda. Poco antes de que esto ocurriera, no sé bien si movido por el miedo que se enterara por ellos y no por mí o harto ya de seguir sufriendo, hablé con ella y mis hermanos y les explique lo que me estaba pasando. Este fue el paso más acertado que he dado en mi vida, reconocer que tenía un problema y ser capaz de pedir ayuda.
Inmediatamente buscamos un centro terapéutico que tratara la drogodependencia, donde ingresarme, tuve la suerte de encontrar uno cerca de la casa de mi madre donde realizaban un tratamiento ambulatorio, es decir que pasaría el día allí, pero volvería a casa a dormir. Evidentemente tuve que dejar mi trabajo de cocinero puesto que era un lugar donde consumía a diario, me aparté de mis amigos con los que también consumía, y fui a vivir a casa de mi madre para alejarme del lugar donde más había tomado y porque no podía permitirme pagar un alquiler; a causa también de las deudas acumuladas.
Aunque al principio sentía que era todo muy difícil y nunca saldría adelante, todo fueron facilidades desde el momento que pedí ayuda. Mi madre, mis hermanos, mi familia en general, los terapeutas, compañeros del centro y amigos me apoyaron y acompañaron en todo momento. Una vez en tratamiento me encontré con muchas personas de distintas edades y condición social en mi misma situación, todos éramos drogodependientes, algunos únicamente habían consumido alcohol, otros habían tomado diferentes sustancias, como era mi caso. Algunos compañeros estaban casi recuperados y con una vida normalizada. Incluso los terapeutas eran adictos recuperados que se habían formado para poder ejercer como profesionales.
Yo no creo en ningún dios, creo en las personas y su humanidad, por tanto no creo en los milagros, pero viendo hasta qué punto personas que habían destruido completamente su vida, a causa de sufrir esta patología, la han rehecho y han recuperado su familia, su dignidad, conviviendo durante su recuperación con infinidad de dificultades y carencias tanto afectivas como materiales, personas que de no ser por el tratamiento, como es mi caso, habrían terminado en la cárcel, en un psiquiátrico o muertas. Verlas ahora recuperadas es maravilloso, lo más parecido a un milagro.
Por ello quiero agradecerle a mi madre, a la que quiero mucho, ayudarme y soportarme en mi camino hacia la recuperación, a toda mi familia por quererme, respetarme y hacer un esfuerzo por entender cuál era mi situación. A mis amigos Gabriel, Alain, Andrés Javi, José Luís por estar a mi lado y apoyarme siempre, a mis compañeros y veteranos que han sido mi referente, mi luz al final del túnel y, por supuesto, al equipo del Centro Terapéutico la Garriga: Nati, Carmen, Teresa, Jorge, Roger, Xavi, Javier, Quique y Daniel por acompañarme y mostrarme cual era la salida; me enseñasteis que podía vivir bien sin necesidad de volver a consumir; nunca hubiera logrado sobrevivir y recuperarme sin vosotros!
¡Gracias a todos, os quiero mucho!
Sinceramente,
Josep Maria