“Aunque tú te olvides de la droga, la droga no se olvida de ti.”
La frase sonaba claramente amenazadora cuando, con escasas semanas en recuperación, empezábamos la terapia del sábado. Ese día la sala estaba más llena que de costumbre y la terapeuta dirigía su mirada hacia las últimas filas de la sala mientras pronunciaba esas palabras.
Allí se encontraban sentados los “veteranos”, compañeros de tratamiento que ya llevaban más de un año o incluso varios años sin consumir y que a nosotros, “los nuevos”, nos parecían semidioses, ya que tenían la vida prácticamente normalizada y sólo venían ese día a terapia, no para hablar de ellos mismos sino, generalmente, para aconsejarnos a nosotros. Especialmente les gustaba señalar todo aquello que hacíamos mal y teníamos que cambiar urgentemente si no queríamos recaer.
Las semanas fueron pasando, convirtiéndose en meses, y pronto me encontré yo mismo en una terapia de sábado levantando mi mano orgulloso, desde la última fila, para explicar al grupo que ya había cumplido un año sin consumir.
Pronto salió un veterano para chafarme la guitarra… “Cuando llevas un año estás tan mal como el primer día, solo que con mucha más prepotencia”. La mayoría de mensajes que me dieron fueron en la misma línea. Me felicitaban por haber estado un año sin tomar, sí, pero ponían mucho más énfasis en advertirme que eso había sido solo el principio… “Dejar de tomar es fácil, lo difícil es aprender a vivir sin tomar”.
En esos momentos entendía el significado de esos mensajes, pero no captaba cuánta razón tenían. Varios años, y centenares de terapias después, he podido ser testimonio en varias ocasiones de la realidad que se escondía detrás de esas advertencias.
La adicción es una enfermedad crónica. Eso significa que nos va a acompañar toda la vida. La persona adicta puede realizar un tratamiento, desactivar los síntomas de la enfermedad y normalizar su vida. Pero nunca debe olvidarse de su condición de adicto. Ser adicto recuperado significa no tomar, por supuesto, pero también significa cuidarse y protegerse.
Cuando la persona adicta, por muchos años que lleve sin consumir, deja de cuidarse y se permite estar en situaciones de malestar continuado, al cabo de cierto tiempo vuelve a sentir ganas de tomar, y si no reacciona, recae.
Cuando la persona adicta, por muchos años que lleve sin consumir, se expone a estímulos de consumo repetidamente (situaciones o lugares en los que hay consumo de drogas), al cabo de cierto tiempo vuelve a sentir ganas de tomar, y si no reacciona, recae.
Ser adicto recuperado te obliga a estar bien, a cuidar tu bienestar y venderlo muy caro. El tratamiento para las adicciones, más allá de las primeras etapas de desintoxicación y deshabituación, que consisten en apartarse de la droga y de las dinámicas asociadas, debe necesariamente incluir un trabajo de crecimiento personal. Debe ser un proceso hacia una cierta madurez emocional, una capacidad de gestión de nuestros recursos, a todos los niveles, que nos asegure una calidad de vida suficiente para no acercarnos NUNCA MÁS al refugio que representaba la droga.
En el ámbito del tratamiento, cada cierto tiempo aparece algún compañero recaído después de un tiempo razonablemente largo de abstinencia, y en todos ellos se puede identificar un detonante de la recaída. El estrés en el trabajo, la frustración en el ámbito de la pareja, la sensación de soledad debido a una pérdida… Son situaciones que en un proceso de recuperación bien realizado hubieran aprendido a gestionar de otra manera.
La recuperación debería incluir un cambio de actitudes ante la vida, debería darnos las herramientas para resolver cualquier circunstancia con serenidad, y sobretodo, debería suponer una toma de consciencia suficiente para que en caso que veamos que nos estamos acercando al consumo pidamos ayuda.
Sergio llegó al tratamiento en mi época, pronto hará diez años. Hoy se sienta en mi despacho, recaído, después de seis meses en los que ha estado consumiendo nuevamente, y en los que le ha dado tiempo a perder todo lo que había ganado hasta ahora.
Según dice, las actitudes de antes como la mentira, el aislamiento, o la irritabilidad, empezaron a aparecer hace ya un par de años. Al cabo de un tiempo empezó a sentir ganas de tomar, en ocasiones, hasta que finalmente un día en que salía cabreado del trabajo, entró en un bar. A partir de ahí todo sucedió muy rápido. En unas pocas semanas ya estaba igual que antes, consumiendo cada día droga legal e ilegal.
- ¿Por qué no pediste ayuda antes, Sergio?
- No sé. El tratamiento me quedaba muy lejos. Ya no me acordaba de venir.
- ¿No recuerdas esas terapias de sábado Sergio? Aunque tú te olvides de la droga…