¡Volvemos a publicar en el apartado LETRAS vs DROGAS de nuestro blog! No dejéis de leer este texto donde se trata la perspectiva de género en el ámbito de las adicciones. Esperamos que os guste.
Mercè llegó a su primera visita perfectamente arreglada, el traje chaqueta color pastel conjuntaba perfectamente con sus zapatos de medio tacón y su bolso. Saludó educadamente a todos los miembros del equipo e incluso a los pacientes con quien se cruzó en la sala de espera, con los que, a primera vista, no parecía tener nada en común.
La entrevista no fue muy bien. Mercè negaba muchas de las informaciones que nos habían llegado por parte de su familia o, en todo caso, minimizaba los hechos y ofrecía justificaciones para todo. Hacia la parte final de la visita, opté por decirle lo que yo pensaba: el temblor en las manos y la situación de alarma en su entorno respondían claramente a un trastorno por adicción al alcohol y a los fármacos. Las crisis de ansiedad, los problemas de memoria y las caídas no eran otra cosa que muestras de lo avanzado de su enfermedad. Sus hijos notaban que le costaba hablar según a qué hora la llamaran, y su marido había encontrado en varias ocasiones botellas escondidas. Sin duda, yo creía que debería iniciar un tratamiento. Nosotros la podríamos ayudar y ella… ella se lo debía a sí misma.
Todo lo que conseguí con esa impetuosa muestra de sinceridad fue un silencio. Un elegante silencio que callaba lo ofendida que en realidad se sentía por mis “acusaciones”.
Acompañé a Mercè hacia la salida y mientras se preparaba para salir avisé a Nati, la directora del centro, por si podía salir a despedirla.
– No muy bien, Nati. Lo minimiza y lo niega todo. No quiere ni oír hablar de alcoholismo ni de tratamiento.
– Vaya.
– Tal vez contigo se sienta más cómoda. ¿Quieres que la haga pasar a saludarte?
Y ahí empezó todo. No sé exactamente lo que ocurrió en ese despacho. Lo que sí sé es que en un momento determinado Mercè se rindió y pidió ayuda. Desde afuera, veíamos extrañados como la visita se alargaba.
Luego Nati me contó que Mercè había empezado a llorar y no quiso abrir la puerta hasta que estuvo nuevamente compuesta. Yo nunca la vi llorar. Nunca más se lo permitió.
Obviamente, Mercè se sintió mucho más cómoda hablando con una mujer de mediana edad, como es Nati, que no con un terapeuta “listillo” que podría haber sido su hijo. Aflojó algunas de las defensas, y por fin su enfermedad se desbordó. La experiencia y el buen hacer de Nati, sin duda, también tuvieron mucho que ver.
Para Mercè, como para la mayoría de mujeres que lo sufren, reconocer su alcoholismo suponía aceptar un enorme peso sobre sus espaldas, el peso de un estigma labrado a lo largo de generaciones e impuesto por la sociedad, y lo que es peor, autoimpuesto por ella misma.
¿Pero cómo simboliza la sociedad el concepto de “mujer alcohólica”? Ah, amigos… eso es muy diferente. Llamarle alcohólica a una mujer es un insulto muy grave, además de la debilidad de carácter, el alcoholismo en una mujer implica haber fallado a su propósito en la vida, implica ser una “mala mujer”, una “mala madre”, puede implicar ser “una cualquiera” e incluso se relaciona con una imagen corporal deteriorada.
Una mujer alcohólica al mirarse al espejo puede pensar: eres una mala mujer y una mala madre, estas gorda y fea, eres una cualquiera, nadie te va a querer.
En adicciones, la cuestión del género “no se trata de una mera diferencia entre ‘hombres’ y ‘mujeres’, sino de desequivalencia y relaciones desiguales de poder, de organización social que produce situaciones estructurales de discriminación”.
A partir de ese momento, Mercè hizo un tratamiento “de libro”. Cumplió obedientemente con las pautas con esa elegancia y ese saber estar que le caracterizaba. Mantuvo la abstinencia y, con el paso del tiempo, normalizó su vida. Nunca he dejado de admirarla.
Me gustaría que Mercè pudiera hablar con ellas y explicarles que no tienen porqué seguir escondiéndose, que una vez hayan dado el primer paso, el resto resulta mucho más fácil. Que les explicara que en el grupo de terapia nadie las juzga, sino que entienden y comparten su sufrimiento, y que existe un modo de volver a mirarse al espejo y no avergonzarse por lo que una ve.
WEBGRAFIA:
http://www.generoydrogodependencias.org